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María de Jesús Crucificado Petkovic nació en Blato – Diócesis de Dubrovnik – Croacia, el 10 de Diciembre de 1892, día en que se celebraba la fiesta de Nuestra Señora de Loreto. Fueron sus padres Antonio Petkovic y María Marinovic, católicos practicantes, que tenían ocho hijos. Eran una familia conocida y rica de bienes espirituales y materiales. Fue bautizada en su Parroquia de Blato “Todos los Santos” el 22 de diciembre de 1892 por el Párroco Don Guido Guzmán con el nombre de María. Era la sexta hija nacida de sus padres, pero por vía paterna es la octava, porque el padre al quedar viudo y con dos hijas: Jelena y Kata, volvió a casarse con María Marinovic, con la que tuvo 11 hijos, de los cuales 3 varones murieron cuando eran pequeños, mientras los otros 8 han crecido para la alegría de sus padres. Han criado pues 10 hijos.
Sus padres, eran una de las más grandes gracias y dones que ha recibido de Dios, pues, como cristianos ejemplares educaban con el ejemplo, cristianamente a sus hijos. Su padre Antonio, aún siendo rico de bienes terrenos, era simple, de una fe profunda que observaba minuciosamente las leyes de Dios y los mandamientos de la Santa Iglesia - de manera particular los actos de caridad hacia los pobres y los obreros que eran sus verdaderos amigos. Había desarrollado el espíritu de justicia, misericordia y caridad. Tenía alrededor de 700 obreros, porque le pertenecía la décima cuarta parte de toda la isla de Kórcula. Era pacífico y de pocas palabras, confió a María las cosas más importantes para la administración del patrimonio y, mientras que los hermanos estudiaban, ella, asistida por la Providencia, realizaba todos los trabajos. Los hijos veían en él, algo sagrado [...] María creció así constantemente en la escuela de la virtud cristiana y de la caridad; donde su alma recibió las primeras impresiones de amor hacia Dios y hacia el prójimo.
Desde niña, ha demostrado una excepcional inteligencia, comenzó la Escuela Elemental a los cinco años y terminó a los once. Después continuó sus estudios con las Hnas. Siervas de la Caridad que habían llegado a Blato para brindar instrucción y educación a la juventud femenina, pero tenía permiso sólo para ir a la Escuela, porque sus padres, intuyendo su inclinación a la vida religiosa, trataron de alejarla de la idea de ir al convento para consagrarse a Dios y buscaban convencerle para que acepte el matrimonio de quienes la pretendían. Las Religiosas formaron a María en la práctica de las virtudes y le dieron sabias orientaciones para el camino de la perfección. Le animaba un gran celo apostólico y, por propia iniciativa reunía los niños de las familias pobres que trabajaban en los campos de sus padres y los catequizaba. También se encargó de tres Asociaciones católicas en la Parroquia de Blato: “Hijas de María” del que llegó a ser secretaria y luego presidenta hasta 1919 en que se funda la Congregación, el “El Buen Pastor” que ella funda en 1914 con un grupo de 20 jóvenes escogidas entre las Hijas de María, para que a imitación del Buen Pastor trabajaran en la salvación de las almas, visitando a los enfermos, se responsabilizaran de que los niños se bautizaran y se prepararan a la Primera Comunión, que los pecadores se convirtieran, y sobre todo, que se reparen las ofensas hechas a Jesús; la sociedad de “Madres Católicas” fundada en 1915 con las religiosas Siervas de la Caridad, porque se consideraba demasiado joven para dirigir a las madres de familia; también era miembro y asistente de la Tercera Orden Seglar de San Francisco para trabajar y hablar del Amor de Dios a aquellas almas que estaban sin guía, así como la Asociación de niñas llamada “Angelitos” que tenia aproximadamente 400 niñas. Del mismo modo, ayudaba en la cocina popular donde se repartían los alimentos para las familias que quedaron afectadas por la Primera Guerra Mundial, porque había comprendido que, sólo con amor podemos ganar al hombre y llevarlo a que experimente la misericordia y bondad de Dios.
Se daba cuenta de los múltiples sufrimientos de los hombres, de las injusticias sociales, hambre, escasez y enfermedades y de allí su gran anhelo para ayudar y proteger a los pobres porque veía que ellos son hijos predilectos y amados de Jesús Crucificado. Dios Padre Misericordioso la preparaba para aliviar las heridas de la humanidad y a través de ella, modesta y humilde, sin grandes estudios y posibilidades, para en el futuro formar una nueva comunidad en la Iglesia que porte a todos el Amor de Dios en las obras de misericordia. Al cumplir los 22 años, María, se encuentra en la lucha de la doble vocación – la vida activa o contemplativa. Descubre en si misma, capacidades e inclinaciones para lo uno y lo otro, pero sin embargo quiere decidirse por donde le necesiten más, donde pueda hacer el mayor bien a su Esposo, al cual se prometió a los 14 años y con quien “se esposó”, como lo dice ella. Se había decidido por la vida de claustro, donde podía llorar la miseria del mundo y su testamento lo confía al Párroco a quien deja toda su propiedad para la construcción del Instituto para los niños pobres y abandonados en Blato. Estaba muy convencida de que esto era lo más grande que podía ofrecer, junto con la oración constante en un convento de vida contemplativa.
Dios que nos habla a menudo en los signos de los tiempos, con María lo hace en la persona del sabio y devoto Dr. Josip Marcelic, Obispo de Dubrovnik, que muestra a María las necesidades de ese tiempo: pobreza, desgracia, abandono material y espiritual en Blato. Le anima para que, antes que todo, decida ayudar a los niños abandonados, a las viudas desamparadas, en su pueblo natal que este tiempo estaba afectado por muchas calamidades: pérdida de la economía a causa de la peste de la viña, la primera guerra mundial y la llamada “peste española”, que unidos todos, acabaron con muchas vidas humanas y obligó a que mucha gente emigrara de Blato a Brasil que se dice que en ese año eran más de mil personas. Después de la Primera Guerra Mundial, las Religiosas italianas Siervas de la Caridad dejaron su Escuela y la casa en Blato y el Obispo Dr. José Marcelic, buen conocedor del alma de María, cuando se enteró de su decisión, le pidió que lo pensara de nuevo porque no sirve de nada “llorar la miseria del mundo”, sino que es necesario trabajar por la mitigación de la miseria en este mundo. Le pide que se quede en Blato y que se preocupe por los pobres y por las aflicciones que sufren, que desde esta Casa que dejaron las Siervas de la Caridad, dirigiera la cocina popular donde ya colaboraba. Sintiendo profundamente en sí misma que el Obispo Marcelic le ayudaría en esto, le aconsejaría y le sería un apoyo verdadero en su futuro, accedió. Así, en la Anunciación, e 25 de Marzo de 1919, inicia una nueva vida ante la llamada del Señor y luego, con cinco jóvenes de Blato y Vela Luka, bajo la dirección sabia del Obispo Marcelic, se inició el camino del que sería la fundación de una nueva Congregación Religiosa en Blato, que se concretiza el 4 de octubre del año 1920.
La Madre María, mujer de gran fe y voluntad firme, con gran espíritu misionero no se conformaba con poco, respondía generosamente a Dios en todos los pedidos que le llegaban para ayudar a los demás y es así como llega un pedido de Fray Leonardo Ruskovic, misionero franciscano croata, que solicita a María de que envíe 20 de sus hermanas para la Misión en América Latina, a Argentina para el apostolado asistencia en un Sanatorio de Buenos Aires. A pesar de las dificultades, con gran espíritu misionero aceptó esta nueva misión y así en el año 1936 envió el primer grupo de hermanas para este apostolado y entre los años 1936 y 1940, destinó 40 hermanas para las diferentes obras de misericordia entre los más pobres y necesitados de América Latina. Como Superiora General viajó a Argentina en el año 1940 para realizar la Visita Canónica y se quedó allí por 11 años por la adversidad de la guerra que la detuvo en este Continente, motivo para abrir nuevos surcos donde Evangelizar a través de las obras de misericordia, fundando y promoviendo en el campo de la educación, salud y asistencia en: Argentina, Paraguay y Chile. Más tarde en el año 1953 abrió la casa en Perú.
La Madre María volvió a Europa en el año 1952, se dio cuenta que la Congregación era internacional y debía proceder a su reconocimiento legal; y por causa del comunismo en Yugoslavia, consideró que era mejor tener la Casa Generalicia en el centro del cristianismo, Roma. Aunque no contaba con los recursos necesarios, pero sí una fe profunda en la ayuda de Dios, logró en poco tiempo, con ayuda de un franciscano croata, P. Karlo Balic, buscar y comprar una casa apropiada casi en el centro de Roma para la sede general de la Congregación.
María seguía atentamente los acontecimientos de la Iglesia, especialmente los sucesos del Concilio Vaticano II (1962-1965). A pesar de su enfermedad y sufrimiento, recibía numerosas visitas y mantenía una fluida correspondencia con muchos de ellos, especialmente con las personalidades de la Iglesia. Se empeña especialmente por difundir la devoción a Dios Padre y su Misericordia. Sus últimos años de vida, los ofreció por sus hijas de la Congregación, a quienes ha dado testimonio de una vida impregnada de fe, esperanza, caridad y otras virtudes cristianas y religiosas. Entregó su espíritu a Dios Padre, el 9 de julio de 1966.